dijous, 1 d’agost del 2013

De l'article del que parlàvem fa un parell de dies....

Aquesta tarda li ho comentava a una amiga: no he pogut evitar treure un moment el cartell de "Tancat per vancances", per a cercar a la meva hemeroteca digital l'article presumptament censurat a Gregorio Morán que dorm el somni dels justos des de finals de 1999 a les catacumbes de La Vanguardia i del que escrivia abans d'ahir.
 
En uns temps en els que hom es pot trobar davant una petició de fiança per menys que no canta un gall, cal anar sempre amb peus de plom. Aquest és l'article (o podria haver estat) que no va sortir el darrer dissabte abans de les eleccions autonòmiques de la tardor de 1999. Te l'estil, la força i la mala llet que destil·len els articles del senyor Morán quan es posa a despotricar contra algú. Pot ser que sigui apòcrif, o pot ser que no. A Madrit - ciutat, no concepte- diuen "blanco y en botella leche". Doncs a mi em sembla que l'article que reprodueixo seguidament és "leche", més aviat "mala leche", però "leche" en definitiva.
 
Com tot el que escriu aquest periodista, l'estil és impecable en la forma  i els arguments són, amb independencia que s'hi pugui estar més o menys d'acord molt sòlids. L'article, -no oblidem, escrit el 1999, i vist amb la perspectiva de 2013- té en alguns dels seus arguments (la familia, principalment), més vigencia que mai, especialmente els dos darrers paràgrafs.  
 
És llarg però, justament per això, paga la pena arribar fins el final.
 

Las trampas del redentor


"Lo suyo no es una campaña electoral, lo suyo es un psicodrama, un ejercicio coral, con la familia, los amigos de la familia, los albaceas de la familia, los militantes de la familia, todos a una, conscientes de que el empeño merece un esfuerzo definitivo. Que por una vez es verdad lo que cantó aquel sudaca llorón, que "veinte años no es nada", y que cuatro años más permitirán al fin hacer historia puesto que los hijos ya están colocados.

¿Qué hay, después de la familia, más importante que la patria? Fíjense si será como un tango, que nadie ha recordado que la fecha para votar habrá de ser el 17 de octubre. ¡17 de octubre, el día de la Lealtad a Perón! El aniversario de aquel 1945, cuando Evita Ferrusola, con perdón, sacó a los cabecitas negras a la calle, a los mozos de escuadra y a los patriotas, y los concentró en una especie de Plaza San Jaime, pero a lo grande, y consiguió restituirle en el poder. ¡Por Argentina, Perón qué grande sos!
 
Ahora toca Cataluña. Cumplir el sueño de los grandes resentidos, como  Mitterrand; no sólo dar nombre a una generación, la generación Pujol, que eso sólo los quince años que marcan los sociólogos, sino más allá. Conseguir a partir de esta victoria morir de éxito. Un político desaparece por cosa tan vulgar como una derrota electoral, o una crisis de mayorías. El no, él sabe que la gloria auténtica sólo se consigue cuando la vida acaba en el sillón del mando. Familiarizado con los dioses, primero en privado, mientras se daba confianza a sí mismo, y luego en el trato cotidiano, incluso tuteándolos, él está al tanto que no hay dios que se precie de recibir la adoración pública y que no cumpla tres requisitos. La eterna juventud, la condescendencia hacia el traidor derrotado y el furor de su ira en el combate.

Los dioses griegos podrían ser un modelo, pero quedan lejos y carecen de seny. Aquí la pasión auténtica es la de Olesa; modesta en su grandeza y realizada por amateurs. No hay dioses viejos. Hay leyes viejas, pero dioses no. Dios y Ley Vieja, decían los nacionalistas vascos primigenios, herederos del carlismo. Por eso subió al Aneto, el pico más alto de los Pirineos y declaró allí, como un dios adaptado a los tiempos, por teléfono, que había decidido convocar elecciones. ¡Qué ingenuos los que creyeron ver en él a Moisés bajando con las tablas de la ley! Habló Jehová con el móvil!. Dios llamaban a Mitterrand sus ateos seguidores. Incluso los cofrades de González lo importaron y así le conocían entre ellos. Pujol no necesita que los suyos le llamen dios porque podría interpretarse como una irreverencia, basta que le llamen President.

Sólo quien respira el olimpo es capaz de una convocatoria como la del Aneto; en términos humanos sería un ejercicio de soberbia que ronda el chiste. Bastaría con eso para desacreditarle a un dirigente político de un país civilizado que conoció el mundo griego y el romano y luego los bárbaros y los estúpidos y los nobles y los reyes y así hasta hoy. Pero este país es de una acendrada religiosidad, no sólo cristiana, incluso pagana. No hay un solo dios, sino varios. Tampoco muchos, como corresponde a gente poco dada al dispendio; multitud de dioses resultaría caro.

Basta con un club de fútbol, una entidad bancaria y un líder.

Es importante para un dios la ira; sin temor, los fieles se vuelven irreverentes. Dice Homero en la Iliada que "sería reprochable que abiertamente ame un dios inmortal a los mortales" y es verdad, por más que los dioses homéricos en ocasiones se humanicen y griten y hasta lloren; últimamente Pujol llora con frecuencia. ¿Quién no tiene una noticia de la ira del President? No es una vulgar cólera de humanos. La irritación de un dios se manifiesta de otra manera, por delegación. Basta una llamada telefónica del amigo de la familia, la advertencia de una vestal, o el toque de atención avisándole que probablemente no volveré a cobrar el ganapán de la tupida red de empleados a tiempo parcial al servicio de Cataluña. Es importante la ira para ejercer de dios, pero aún más para conservar el respeto que se merece una deidad es la benevolencia hacia el derrotado, siempre que sepa reconocer su error y asuma públicamente el propósito de enmienda.

No creo que haya representación más divina de ese ejercicio de la condescendencia que el protagonizado por Miquel Roca. Un auténtico auto de fe. El sublime reconocimiento de la deidad –no hay otro dios más importante que tú, Jordi, dijo tuteándole- y me humillo ante tu poder y admiro tu benevolencia. Permítanme la coletilla vulgar, nada olímpica, propia de un asturiano descreído: el día que Miguel Roca inclinó la cerviz de una manera tan excesiva que alcanzó hasta a emocionar a la propia deidad, desde ese momento todos los Mas y los Pujales valen una higa. Miguel Roca quedó como principal aspirante a la divinidad el día que el cielo convergente quede vacío.

Los dioses no nacen, se hacen, sólo que no sirve cualquiera, según el divino consejo que "muchos son los llamados y pocos los elegidos". El proceso de ascenso al olimpo de Jordi Pujol tiene más de pitarresco que de epopeya, y no resulta ofensivo que así sea, porque es genuino, es un proceso autóctono, muy del país, el que lleva a un hombre sin especiales cualidades para ser popular –de Pujol se puede decir todo menos que sea simpático y que tenga don de gentes- que transformarse en el referente de una sociedad. Les guste o no les guste a muchos, la herencia de Cambó y la de Macià, al final se redujeron al espíritu de Jordi Pujol, porque toda evolución lleva en sí cierto deterioro; mejora quizá la especie pero se pierde algo en el género.

Él ha conseguido redimir a esas clases sociales, desde los industriales a los tenderos, de su mala conciencia histórica. Mientras ellos ganaban o ahorraban, él luchaba por Cataluña. Él es el redentor de todos aquellos que colaboraron o se beneficiaron de una inicua dictadura, porque es verdad qu.0e ellos amaban a Cataluña, pero primero estaba lo que estaba. Él es el único, el que pasó cárcel por todos ellos.

Esta es una sociedad que además del peso religioso tiene una curiosa coraza histórica que la hace fascinante. Los casi veinte años de olimpo pujoliano han conseguido tal nivel de confusión que algunos líderes no se han enterado que la denuncia no es beneficiosa para el denunciante y perjudicial para el denunciado, sino al contrario. Cuando algunos líderes se escudan en la falta de pruebas para no desenmascarar la corrupción de la galaxia pujoliana, se están engañando. El problema no es de pruebas ni de ilegalidades es de otra cosa, esa cosa que conforma una cierta singularidad de la Cataluña de postguerra, la doblez.

Para configurarse como un dios redentor, en la forma de un individuo cuyo don principal es el de ser un profesional en un país donde los diletantes surgen como hongos, fue necesaria la mala conciencia. Pujol no es un líder sino un empresario que se ha hecho a sí mismo y que constituyó una sociedad que se llama "President Pujol", cosa que nadie pensó hasta la década de los ochenta. A los hechos me remito. Y la mala conciencia genera un jugo que se llama doblez y ahí Pujol es un maestro. ¿Cuál es el secreto mejor guardado de un tramposo? Que nadie crea nunca que hace trampas.

La doblez pujoliana es uno de los hallazgos de la historia contemporánea de este país. Ha conseguido hacer de la doblez una moral. Entre el personaje real y el que la gente se quiere creer hay tal diferencia que el resultado es un producto genuino; él es él y su doblez. No miente, sencillamente olvida decir la verdad. No tiene ningún apego al dinero, le basta con el que tiene su mujer. Le importa un comino la familia, pero con tal de estar tranquilo en su propia casa acepta todos los trágalas que le presentan. No es un hombre corrupto, sencillamente no pregunta de dónde salió el Lamborghini de su retoño, ni los éxitos empresariales de la floristería de su señora, por citar sólo lo más vulgar y llamativo.

Y esta doblez pujoliana, que es el privilegio mejor guardado del olimpo, ha cimentado el denominado oasis catalán al que me referí en las anteriores elecciones autonómicas después de un par de desayunos personales con el President. En casi veinte años se ha creado un sindicato de intereses de tal envergadura, que al final se impone como moral social la propia doblez pujoliana: no somos como somos sino como creemos que somos. Muchos de los suyos desearían que no ganara, pero jamás harán porque pierda ante el temor a que gane y se entere. Jordi Pujol no tiene otro enemigo que la sociedad nueva, la que está emergiendo, la que desconoce absolutamente la doblez sobre la que está construida la hegemonía política de este país. Y la desconoce por dos razones. Una, porque nosotros no se lo contamos y la otra porque para eso está el President Pujol."

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